sábado, 29 de diciembre de 2012

Susurros de invierno

Desde el blog de Kiss a Book, Marie April organízó este proyecto tan bonito.  Se pidió a quien quisiera que enviara un relato con un máximo de 4 páginas centrados en la Navidad y el amor, para recopilando todos, publicar un libro electrónico de descarga gratuita.  Lo leí y me animé a hacerlo, al final se me olvidó y cuando quedaba un par de días para que se terminara el plazo, escribí mi relato mientras mis hijos dormían la siesta, y así lo envié, sin corregir, pero dentro del plazo.

Es mi primer relato, la primera vez que me atrevo a escribir algo y a la vez me atrevo a compartirlo con los demás, pero creo que necesitaba hacer esto para romper esa barrera, quedase bien o mal, era un gran paso para mí, romper ese miedo, y así lo hice.  No obstante, tampoco he dado demasiado bombo al libro, ni tan siquiera lo había publicado en mi blog, y menos aún viendo que algunos autores con libros publicados en el mercado habían también incluido su relato en el mismo libro.

Hoy me ha emocionado un mensaje que me han dejado en el blog "....Voy hablar de tu extraordinario relato....como una noche de Navidad puede lograr que la tristeza y añoranza se puede convertir en ilusión y esperanza. Me encantó!!!! Lloré, me emocioné y de nuevo "creí" en los sueños de la Navidad!!!" (gracias Marilí).  Y con este bonito mensaje, me decidí a compartirlo aquí, con todo el que quiera leerlo, al igual que han hecho el resto de los autores en sus respectivos blog.

Para descargarte el libro de antologías completo, que recomiendo hacer, con 35 relatos romántico-navideños, debes ir aquí http://networkedblogs.com/GdYZJ y lo encontrarás en diferentes formatos.  Hay relatos buenísimos y es gratuito, ¿Qué más se puede pedir?.







Una noche especial

Mientras el taxi avanzaba, podía ya reconocer las fincas, los prados verdes, los manzanos, las huertas de los vecinos, a la vez que iba soportando ese peso en el estómago y ese nudo en la garganta que me impedía contestar más que con monosílabos al conductor. Por suerte, no era el taxista del pueblo, así que no me conocía y no tenía que darle todo tipo de explicaciones sobre mi vida.

Hacía cinco años que mi marido había fallecido, un accidente mortal se lo llevó drásticamente y desde entonces, no había sido capaz de volver a nuestra casa, la casa de mis padres, donde crecí, y que mis padres me habían dejado en herencia, solo pude superar la falta de éstos a su lado, pero ahora él no estaba para ayudarme a superar su propia ausencia.

Después del entierro, preparé mi maleta y me fui a trabajar lejos, donde nada me recordase a él, encontré a través de internet un puesto de trabajo en un pueblecito de Murcia y allí he estado ocultándome de la realidad estos años, pero hace poco, he sentido una necesidad imperiosa de volver aquí, cuando he visto encenderse las luces de Navidad del pueblo, cuando he oído a mis compañeros hablar de sus planes navideños, de cenar en casa con los suyos, he sentido un deseo profundo de volver también a mi casa, sola, pero en mi casa, en la mía, no en el frío e impersonal apartamento en el que vivo de alquiler, en el que no recibo más que un reflejo de mi propia soledad.

Cuando el taxi frenó, me sobresalté, estaba absorta en mis pensamientos, levanté la mirada y ahí estaba, la casa, la puerta cerrada, las luces apagadas, nadie esperándome. Pagué al taxista y en medio de un suspiro metí la llave en la cerradura y entré, encendí las luces y me llevé una grata sorpresa, todo estaba perfectamente ordenado, olía a limpio y la chimenea estaba encendida dando una temperatura perfecta a la casa en contraste con el frío que hacía fuera, en la nevera había una nota de mi tía diciendo que se había pasado a airear y limpiar un poco todo y que me había dejado dentro la misma cena que iban a cenar ellos esa noche, no podía permitir que en Nochebuena fuese a cenar cualquier cosa, tal y como le había dicho, e insistiendo en que fuese a cenar con ellos esa noche.

Era tal el silencio que se podía oír el crepitar de la leña en el fuego.  Por fin me había atrevido a volver a esa casa, necesitaba hacerlo, volver a empaparme de todos ellos, en este lugar, en el que crecí, en el que puedo aun respirar y captar el olor de las sábanas recién lavadas de mi madre, el olor de las castañas asándose en esa chimenea y del que hacía años que ni me atrevía a soñar con volver, pero aquí estoy, dispuesta a pasar una tranquila Navidad, a dejarme llevar por los recuerdos, a poder por fin llorar por los míos en este sofá, en el que tantas y tantas veces me he dormido abrazada a él.  Mañana, si me encuentro con ánimo, iré al cementerio a llevar unas flores, desde el entierro, hace años, he sido incapaz de volver, creo que ya es hora  de hacerlo, ahora solo quiero descansar un poquito tapada con mi vieja manta de cuadros frente a la chimenea, tal vez luego busque algún álbum de fotos, siento una ineludible necesidad de verles a todos.

Me he dormido, estoy todavía somnolienta cuando siento una mano sobre mi hombro, que me aprieta suavemente, huele a su perfume, al de mamá, no quiero abrir los ojos, quiero que se alargue ese sueño, no quiero despertar, pero siento que su voz es demasiado nítida.

-Cariño, te has quedado dormida, ayúdame a terminar con la cena antes de que lleguen todos. -la oí decir a mi lado.

 ¿Podía la nostalgia hacerme sentir esto tan real?, abrí los ojos y allí estaba, sonriendo, con su delantal azul de rayas que le había regalado cuando volví de mi luna de miel  por Italia.  Me froté los ojos, los cerré y los abrí varias veces mientras mi madre seguía sonriendo, cada vez más al verme hacer esos gestos con mis ojos.

-¿Te pasa algo, corazón?, ¿te pican los ojos?, tal vez sea la cebolla que se está cocinando, ven aquí que te doy un pañuelo. –dijo con total normalidad.

No me caí del susto porque estaba sentada, de otra manera, mis piernas temblorosas no hubiesen podido resistir el peso de mi cuerpo, ¿realmente estaba sucediendo esto?, ¿tan profundo es mi sueño que lo confundo con la realidad?, decidí esperar unos minutos en silencio a ver si todo volvía a la normalidad.  Cuando parecía que volvía a estar sola y creí que había sido una alucinación, volví a oír a mi madre hablar.

– ¡Date prisa!, van a volver los hombres en cualquier momento, han ido a arreglar la caldera de tu tía que justamente se le ha estropeado hoy, y hace rato que llamaron diciendo que ya volvían, a ver si nos podemos sentar a cenar los cuatro tranquilamente.

No me lo podía creer, además de estar viendo a mi madre tan viva y sólida como yo misma, de un momento a otro iban a aparecer mi padre y mi marido por la puerta.  Sentí el corazón completamente desbocado, notaba el pulso latir a lo loco en mis sienes, la opresión en los pulmones iba creciendo a medida que intentaba tranquilizarme sin éxito, no sabía si llorar, si gritar, si dar gracias a quien fuese o si enfadarme por esta broma pesada.

Oí el sonido de la cerradura al abrirse, y ahí estaban, con la cara sonrojada del frío y un aspecto totalmente jovial entró delante mi padre, no pude evitar soltar un gemido desde lo más profundo de mí al verle, sujetó la puerta y un instante después entró él, mi amor, mi marido, al que llevaba 5 años añorando. Lancé la manta, y descalza corrí hacia él todo lo rápido que pude, por si desaparecía, porque no sabía lo que esta situación iba a durar, y corrí como quien corre para salvar su vida, sin ver nada más allá, cuando me lancé sobre sus brazos, él no paraba de reír.

-Así da gusto volver a casa, cualquiera diría que hace años que no nos vemos. -dijo guiñándome un ojo.

Le abracé y le besé hasta que me escocían los labios, no podía dejar de mirarle, realmente estaba ahí, podía tocarle, podía hablarle, podía mirarle a los ojos, ¿qué está pasando?. Como no quería saber la respuesta, no quise preguntar, no quería que se rompiese la magia, que me diese cuenta de que estaba soñando, que desaparecieran de repente, no, mejor no preguntar y disfrutar de cada minuto, por si en el siguiente ya todo vuelve a ser como antes, era consciente de que no podía durar.

Como una niña borracha de felicidad fui corriendo a poner la mesa, ahí estaba el mantel que mi madre había bordado para Navidad cuando yo era pequeña, todos disfrutando de una animada charla, quería hablar de cosas alegres, quería reírme con ellos, quería ser feliz, solo eso, compartir esos minutos de felicidad, y hablar, y reír, y abrazarles a todos y olvidarnos de la realidad, de esa dura y tortuosa realidad.  ¿Tal vez la realidad era ésta y lo otro una simple pesadilla?, ojalá fuese así.

Después de una Nochebuena excelente, de volver a probar los platos de mamá, de reír con los chistes malos de papá, de quedarnos hasta tarde charlando, no podía dejar de mirar el reloj y ver las horas pasar, temía que al irme a dormir todo desapareciera, me resistía a acostarme y me dio la sensación de que no era la única a la que le pasaba lo mismo, nadie quería irse a la cama, alargamos la noche, recostada en el viejo sofá, apoyada sobre él, oyéndole respirar y también oyendo a su corazón latir, no podía despegar la oreja de su pecho, volver a oírle respirar y volver a oír su corazón latir, no me lo podía creer.  Tal vez ellos no lo supieran, tal vez solo lo sabía yo, y no pensaba desvelarlo nunca, ¡eran tan reales!, ¡estaban tan llenos de vida!

-Creo que deberíamos irnos ya a dormir, está empezando a amanecer. –sugirió mi marido, mirándome con esa sonrisa en sus ojos que no le había abandonado en toda la noche.
La verdad era que entre el viaje y el cúmulo de emociones vividas en las últimas horas, estaba agotada, y viéndole a él tan convencido, decidí hacerle caso e irnos a la cama, si él lo decía, nada malo podía pasar.

Me desvestí y le vi por el rabillo del ojo hacer a él lo mismo, busqué algo decente que ponerme, en la maleta sólo había llevado pijamas gruesos para dormir sola en esa fría casa, en un cajón, con olor a naftalina, encontré un camisón antiguo de hilo y me lo puse.

Me acosté y noté el colchón hundirse bajo su peso al hacerlo él también. No podía borrarme la sonrisa de la cara, le abracé con todas mis fuerzas y noté como él me abrazaba contra su pecho mientras susurraba que me quería y entonces rompí a llorar, no pude más.

-No llores princesa, no sabes lo que me ha costado hacerte este regalo de Navidad, no tuve ocasión de despedirme y te estaba esperando aquí, durante todo este tiempo, para poder hacerlo. Te quiero, y ese sentimiento me ha hecho poder hacer esto realidad. No me olvides, yo nunca lo haré. Te espero en el otro lado, no te desanimes, porque nos volveremos a ver. Te quiero.

Y tras oír estas palabras, me abracé más fuertemente a él, con la ingenua intención de no dejarle ir, pero enseguida entré en un sueño profundo que me hizo dormir durante horas.

Me despertó al medio día el sonido del teléfono, me sobresalté y tal como había imaginado, estaba sola en la cama, ¿lo habría soñado todo? Me miré y tenía puesto mi antiguo camisón de hilo que había dejado allí guardado en un cajón hace tiempo, pero no había ni rastro de él. Salí corriendo a ver si llegaba a tiempo para coger el teléfono, pero al pasar por la puerta de la cocina, decidí olvidar el teléfono y entrar para ver si encontraba alguna pista de que de verdad había vivido esa Nochebuena tan especial y no la había soñado. Todo estaba en orden, en la nevera la cena que mi tía me había dejado, intacta, el salón como si por ahí no hubiese pasado nadie.

Desanimada y convencida ya de que había sido un sueño o una alucinación debido al cansancio y a las emociones, decidí ir a darme una ducha, antes me dispuse a lavarme la cara con agua fresca para despejarme, y al levantar la cara, vi una notita pegada al espejo “Feliz Navidad, princesa, espero que te haya gustado mi regalo. Te quiero”, y entonces me arrodillé en el suelo y  lloré y reí y volví a llorar, por la nostalgia que me había quedado y por la felicidad de haberle podido volver a tener durante esas horas.

-Feliz Navidad, mi amor, espero que ya estés en paz, yo tampoco podré olvidarte nunca. Gracias por ese maravilloso regalo.


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Una noche especial por CristinaCG se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.

11 comentarios:

  1. Qué conmovedor! Está muy bien, parece que lo has escrito con mucho cariño, es una mezcla de Ghost y cuento de Navidad tradicional. Enhorabuena.
    Besos

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  2. Precioso Cristina... ¡Cuánto escuece a veces la Navidad! Me ha gustado mucho. Un beso

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  3. Es muy enternecedor y muy emotivo Cristina, me alegra que te hayas animado a participar en esa iniciativa, sin duda has hecho una aportación estupenda. Besos

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  4. Precioso! Muy emotivo... Me ha gustado mucho!
    Besotes!!!

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  5. Pues qué quieres que te diga, Cristina, se me ha hecho un nudo en la garganta y no sé qué decirte... es precioso.

    Un beso.

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  6. Cristina!!!, has visto como atreverte solo puede traer cosas buenas??, ha sido precioso, me ha encantado. Ánimo y sigue escribiendo!

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  7. Te acabo de dejar un regalito en mi blog ;)

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  8. Hola Cristina, he recibido esta mañana tu libro. No lo he leído así que me ha hecho mucha ilusión, y ya que pasaba por tu blog para darte las gracias, he decicido quedarme por aquí.
    Por cierto, el relato precioso, conmovedor, enhorabuena.
    Un beso

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  9. De verdad que me encanta lo que escribes y como lo escribes!!! no dejes de postear nunca y gracias x todos tus consejos literarios ;)!!!

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  10. Tendria que pedir disculpas por no haberlo leido antes lo habria publicitado en Facebook :) pero he tenido unas navidades moviditas. Mas vale tarde que nunca no?. Cuando tengas otro proyecto entre manos espero no llegar tarde y leerlo en su fecha porque el relato es precioso y en Navidad más todavia claro. Un beso.

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