sábado, 16 de febrero de 2013

En el callejón oscuro






En el callejón oscuro


Había vuelto a salir tarde del trabajo, me molestaba mucho retrasarme en estas fechas en las que oscurecía tan temprano y enseguida dejaba de haber gente por las calles, y tener que caminar por el laberinto de callejuelas que me llevaban a casa en la penumbra, alumbrada por las escasas e insuficientes farolas de esta parte de la ciudad.  



No dejaba de escuchar asustada los sucesos ocurridos en la ciudad en las últimas semanas, habían aparecido 4 muchachas asesinadas, todas en las entradas de sus casas, todas después de ser salvajemente golpeadas, con una peculiar marca que identificaba al asesino como el mismo en los cuatro casos, y todas vivían cerca de mí.

Cada día volvía a casa asustada, caminaba lo más rápido que podía e iba prestando atención a cada esquina que giraba, a cada recoveco, a cada soportal oscuro que tenía que cruzar. Agudizaba la vista y el oído al máximo para intentar localizar cada sonido, cada sombra, cada movimiento que me pudiese importunar en mi trayecto, había algo que me hacía tener más miedo esa noche que ninguna otra.

Iba ya con la camisa pegada al cuerpo del sudor bajo mi abrigo, con el corazón latiendo a un ritmo frenético, la espalda tensa y los puños apretados, en estado de alerta, preparada para correr, para gritar o incluso para luchar si fuese necesario.  

Cuando oí unos pasos, me giré asustada respirando agitadamente, y no vi a nadie.  Ya solo me quedaba doblar la última esquina para llegar a mi portal, cuando volví a oír un ruido, y por el rabillo del  ojo, pude percibir un movimiento no muy lejano a mí. Apreté el paso, solo se oía el eco de mis anchos tacones retumbando en la calle, tal vez para darle un toque más tétrico al momento, tal vez para así amortiguar el resto de los sonidos que me empeñaba en intentar oír, quería correr más pero mis malditos tacones no me dejaban oír con nitidez lo que sucedía a mi alrededor. 

Me faltaba el aire por ir tan deprisa, por el miedo, por el estado de nervios al que estaba sometida en ese momento, me paré un segundo para respirar y para poder echar un vistazo a lo que realmente sucedía a mi espalda y ahí fue cuando lo vi, cuando pude distinguir una silueta masculina con toda claridad que se acercaba a mí con agilidad. 

No podía ser, hoy era yo la elegida, hoy me mataría a mí, hoy haría con mi cuerpo esas barbaridades que he oído que hizo a las otras chicas, no, no estaba preparada.  Quería correr y gritar, pero mi cuerpo traicionero no respondió, no se movió ni un solo paso por más que yo quisiera huir, mi garganta no emitió más que un graznido ridículo, era como una de esas pesadillas en las que quieres correr y gritar y no puedes, pero en este caso era real, en este caso los únicos medios de los que disponía para salvar mi vida me estaban dejando desprotegida y él cada vez se acercaba más. 

Con la escasa luz del callejón no podía distinguir su cara pero tampoco había tiempo para enfocar mi mirada en su rostro, sentí como su mano enorme agarraba mi brazo, me clavaba sus dedos en él mientras me lo retorcía hacia atrás haciéndome hincar mis rodillas en el suelo.

 Noté el primer impacto en mi nariz, nunca nadie me había pegado de esta manera, nunca había sentido ese dolor, su rodillazo me dejó aturdida, mi nariz empezó a sangrar profusamente, mientras mi cuerpo se convulsionaba con una arcada, noté el segundo golpe, esta vez en mis costillas, del impacto me lanzó contra un lateral de la calle, el dolor era muy intenso, me dolía mucho respirar, casi no podía hacerlo, intenté hacerlo despacio y entrecortadamente para así poder resistir antes de perder el conocimiento,  no quería perderlo, eso significaría entregarme ya a manos de la muerte, no es que creyese poder ya salvarme, pero mi instinto de supervivencia me hacía intentar resistir, intentar soportar cada golpe sin desmayarme del dolor. 

Me sujeté las costillas con la mano e intenté incorporarme mientras mi sangre seguía saliendo a borbotones de mis fosas nasales, era tal el dolor que no conseguía moverme, pero de un momento a otro sabía que recibiría un tercer impacto.  No sé por qué esta pausa, tal vez se estaba deleitando viéndome retorcerme en el suelo sobre mi propia sangre, me sentí pequeña, muy pequeña, y frágil e indefensa, hasta que apretando mi mano contra mi abrigo para sujetar mi destrozado cuerpo, noté mis llaves y pensé en ellas como mi única salvación, iba a morir a manos de este desalmado, pues por lo menos pensé en intentar dañarle, quería dejarle un recuerdo de esta vida que él va a hacer abandonar este mundo, por lo menos deseaba dejar mi huella y no ser una más de su víctimas, quería dañarle el cuerpo y el alma, quería marcarle y  que me odiase el resto de su vida cada vez que viese esa marca, que sintiese ese odio al igual que yo en ese momento sentía el que salía de mis poros hacia él.

Metí la mano en el bolsillo y cogí con fuerza el llavero puntiagudo con forma de delfín, no tenía fuerza para mantenerme en pié y luchar, estaba muy débil, mi única oportunidad era lanzarme contra él y favorecerme del factor sorpresa, tenía esa sola oportunidad, en cuanto me agarrase ya no podría luchar contra él y entonces él sí que descargaría toda su furia contra mi cuerpo. 

No necesité levantarme, él se agachó, cogió mi pelo y tirando fuertemente de él colocó mi cabeza hacia atrás bruscamente, me escupió una serie de insultos y pude ver sus ojos de cerca, y desde ese momento mi objetivo no me dejó pensar en otra cosa.  Sin darme cuenta,  sin pensarlo, sin planearlo, sin sentir cómo mi cerebro daba las órdenes a mis miembros, mi brazo se levantó, con una fuerza que jamás creí tener y el precioso y delicado delfín brilló heroicamente antes de entrar limpiamente en la cuenca del ojo de ese pobre diablo, y lo intenté mover, apalancar, girar, dañarle todo lo que me fue  posible en ese segundo de tiempo del que disponía.

El agresor ya agredido, emitió un fuerte gruñido animal y se tiró hacia atrás,  a su vez, aproveché para unir mi grito al suyo y con el poco aliento que me quedaba,  vocalizar un discreto ¡socorro! y así alertar a los vecinos. Era consciente de que no podía moverme, sabía que ahora su ira sería terrible y me iba a reventar a golpes, pero nunca pensé en poder escapar y estaba satisfecha con haberle dejado un gran recuerdo, de que nunca más me podría olvidar al igual que nunca mi familia podría olvidarle a él.

Ante mi grito de auxilio aparecieron varios vecinos, alertados por los sucesos de las últimas semanas no dudaron en salir rápidamente armados con palos en las manos, me pareció increíble que hubiese podido gritar con la energía suficiente para que me socorriesen, pensé que nunca lo oirían.

El ser inmundo que me agredió,  en un acto de venganza desesperada, pateó  mi cabeza contra la pared con todas sus fuerzas, yo ya perdí el conocimiento después de oír unos pitidos ensordecedores en mis oídos, no recuerdo nada más.

Mientras me recupero en esta cama del hospital, me cuentan que los vecinos le dieron una buena paliza pero que llegó la policía a tiempo de salvarle la vida de manos de quienes me la salvaron a mí.  Él está grave, pero vivo, y pronto la policía vendrá a tomarme declaración.  Ha perdido el ojo,  pero los dos seguimos vivos, estoy segura de que le condenarán, al igual que estoy segura de que cuando salga, vendrá a buscarme.



Safe Creative #1302154601782

3 comentarios:

  1. Cristina este relato es tuyo? me has dejado con la boca abierta y sin palabras, chica enhorabuena. Besos

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué angustia me has hecho sentir hasta el final! Aunque esas últimas palabras tampoco es que alivien mucho... Me ha gustado! Gracias por compartirlo.
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
  3. Gracias a vosotras por leerlo y además comentarlo. Me alegra mucho que os haya gustado.

    ResponderEliminar