Había vuelto a salir tarde del trabajo, me molestaba mucho
retrasarme en estas fechas en las que oscurecía tan temprano y enseguida dejaba
de haber gente por las calles, y tener que caminar por el laberinto de
callejuelas que me llevaban a casa en la penumbra, alumbrada por las escasas e
insuficientes farolas de esta parte de la ciudad.
No dejaba de escuchar asustada los sucesos ocurridos en la ciudad en las últimas semanas, habían aparecido 4 muchachas asesinadas, todas en las entradas de sus casas, todas después de ser salvajemente golpeadas, con una peculiar marca que identificaba al asesino como el mismo en los cuatro casos, y todas vivían cerca de mí.
No dejaba de escuchar asustada los sucesos ocurridos en la ciudad en las últimas semanas, habían aparecido 4 muchachas asesinadas, todas en las entradas de sus casas, todas después de ser salvajemente golpeadas, con una peculiar marca que identificaba al asesino como el mismo en los cuatro casos, y todas vivían cerca de mí.
Cada día volvía a casa asustada, caminaba lo más rápido que podía e iba prestando atención a cada esquina que giraba, a cada recoveco, a cada soportal oscuro que tenía que cruzar. Agudizaba la vista y el oído al máximo para intentar localizar cada sonido, cada sombra, cada movimiento que me pudiese importunar en mi trayecto, había algo que me hacía tener más miedo esa noche que ninguna otra.
Iba ya con la camisa pegada al cuerpo del sudor bajo mi
abrigo, con el corazón latiendo a un ritmo frenético, la espalda tensa y los
puños apretados, en estado de alerta, preparada para correr, para gritar o
incluso para luchar si fuese necesario.
Cuando oí unos pasos, me giré asustada respirando agitadamente, y no vi a nadie. Ya solo me quedaba doblar la última esquina para llegar a mi portal, cuando volví a oír un ruido, y por el rabillo del ojo, pude percibir un movimiento no muy lejano a mí. Apreté el paso, solo se oía el eco de mis anchos tacones retumbando en la calle, tal vez para darle un toque más tétrico al momento, tal vez para así amortiguar el resto de los sonidos que me empeñaba en intentar oír, quería correr más pero mis malditos tacones no me dejaban oír con nitidez lo que sucedía a mi alrededor.
Cuando oí unos pasos, me giré asustada respirando agitadamente, y no vi a nadie. Ya solo me quedaba doblar la última esquina para llegar a mi portal, cuando volví a oír un ruido, y por el rabillo del ojo, pude percibir un movimiento no muy lejano a mí. Apreté el paso, solo se oía el eco de mis anchos tacones retumbando en la calle, tal vez para darle un toque más tétrico al momento, tal vez para así amortiguar el resto de los sonidos que me empeñaba en intentar oír, quería correr más pero mis malditos tacones no me dejaban oír con nitidez lo que sucedía a mi alrededor.
Me faltaba el aire por ir tan deprisa, por el miedo, por el
estado de nervios al que estaba sometida en ese momento, me paré un segundo para respirar y para poder
echar un vistazo a lo que realmente sucedía a mi espalda y ahí fue cuando lo vi,
cuando pude distinguir una silueta masculina con toda claridad que se acercaba
a mí con agilidad.
No podía ser, hoy era yo la elegida, hoy me mataría a mí,
hoy haría con mi cuerpo esas barbaridades que he oído que hizo a las otras
chicas, no, no estaba preparada. Quería
correr y gritar, pero mi cuerpo traicionero no respondió, no se movió ni un
solo paso por más que yo quisiera huir, mi garganta no emitió más que un
graznido ridículo, era como una de esas pesadillas en las que quieres correr y
gritar y no puedes, pero en este caso era real, en este caso los únicos medios
de los que disponía para salvar mi vida me estaban dejando desprotegida y él
cada vez se acercaba más.
Con la escasa luz del callejón no podía distinguir su cara
pero tampoco había tiempo para enfocar mi mirada en su rostro, sentí como su
mano enorme agarraba mi brazo, me clavaba sus dedos en él mientras me lo
retorcía hacia atrás haciéndome hincar mis rodillas en el suelo.
Noté el primer
impacto en mi nariz, nunca nadie me había pegado de esta manera, nunca había
sentido ese dolor, su rodillazo me dejó aturdida, mi nariz empezó a sangrar
profusamente, mientras mi cuerpo se convulsionaba con una arcada, noté el
segundo golpe, esta vez en mis costillas, del impacto me lanzó contra un
lateral de la calle, el dolor era muy intenso, me dolía mucho respirar, casi no
podía hacerlo, intenté hacerlo despacio y entrecortadamente para así poder
resistir antes de perder el conocimiento,
no quería perderlo, eso significaría entregarme ya a manos de la muerte,
no es que creyese poder ya salvarme, pero mi instinto de supervivencia me hacía
intentar resistir, intentar soportar cada golpe sin desmayarme del dolor.
Me sujeté las costillas con la mano e intenté incorporarme
mientras mi sangre seguía saliendo a borbotones de mis fosas nasales, era tal
el dolor que no conseguía moverme, pero de un momento a otro sabía que
recibiría un tercer impacto. No sé por
qué esta pausa, tal vez se estaba deleitando viéndome retorcerme en el suelo
sobre mi propia sangre, me sentí pequeña, muy pequeña, y frágil e indefensa,
hasta que apretando mi mano contra mi abrigo para sujetar mi destrozado cuerpo,
noté mis llaves y pensé en ellas como mi única salvación, iba a morir a manos
de este desalmado, pues por lo menos pensé en intentar dañarle, quería dejarle
un recuerdo de esta vida que él va a hacer abandonar este mundo, por lo menos
deseaba dejar mi huella y no ser una más de su víctimas, quería dañarle el
cuerpo y el alma, quería marcarle y que
me odiase el resto de su vida cada vez que viese esa marca, que sintiese ese
odio al igual que yo en ese momento sentía el que salía de mis poros hacia él.
Metí la mano en el bolsillo y cogí con fuerza el llavero
puntiagudo con forma de delfín, no tenía fuerza para mantenerme en pié y luchar,
estaba muy débil, mi única oportunidad era lanzarme contra él y favorecerme del
factor sorpresa, tenía esa sola oportunidad, en cuanto me agarrase ya no podría
luchar contra él y entonces él sí que descargaría toda su furia contra mi
cuerpo.
No necesité levantarme, él se agachó, cogió mi pelo y
tirando fuertemente de él colocó mi cabeza hacia atrás bruscamente, me escupió
una serie de insultos y pude ver sus ojos de cerca, y desde ese momento mi
objetivo no me dejó pensar en otra cosa.
Sin darme cuenta, sin pensarlo,
sin planearlo, sin sentir cómo mi cerebro daba las órdenes a mis miembros, mi
brazo se levantó, con una fuerza que jamás creí tener y el precioso y delicado
delfín brilló heroicamente antes de entrar limpiamente en la cuenca del ojo de
ese pobre diablo, y lo intenté mover, apalancar, girar, dañarle todo lo que me
fue posible en ese segundo de tiempo del
que disponía.
El agresor ya agredido, emitió un fuerte gruñido animal y se
tiró hacia atrás, a su vez, aproveché
para unir mi grito al suyo y con el poco aliento que me quedaba, vocalizar un discreto ¡socorro! y así alertar
a los vecinos. Era consciente de que no podía moverme, sabía que ahora su ira
sería terrible y me iba a reventar a golpes, pero nunca pensé en poder escapar
y estaba satisfecha con haberle dejado un gran recuerdo, de que nunca más me
podría olvidar al igual que nunca mi familia podría olvidarle a él.
Ante mi grito de auxilio aparecieron varios vecinos,
alertados por los sucesos de las últimas semanas no dudaron en salir
rápidamente armados con palos en las manos, me pareció increíble que hubiese
podido gritar con la energía suficiente para que me socorriesen, pensé que
nunca lo oirían.
El ser inmundo que me agredió, en un acto de venganza desesperada, pateó mi cabeza contra la pared con todas sus
fuerzas, yo ya perdí el conocimiento después de oír unos pitidos ensordecedores
en mis oídos, no recuerdo nada más.
Mientras me recupero en esta cama del hospital, me cuentan
que los vecinos le dieron una buena paliza pero que llegó la policía a tiempo
de salvarle la vida de manos de quienes me la salvaron a mí. Él está grave, pero vivo, y pronto la policía
vendrá a tomarme declaración. Ha perdido
el ojo, pero los dos seguimos vivos,
estoy segura de que le condenarán, al igual que estoy segura de que cuando
salga, vendrá a buscarme.
Cristina este relato es tuyo? me has dejado con la boca abierta y sin palabras, chica enhorabuena. Besos
ResponderEliminar¡Qué angustia me has hecho sentir hasta el final! Aunque esas últimas palabras tampoco es que alivien mucho... Me ha gustado! Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarBesotes!!!
Gracias a vosotras por leerlo y además comentarlo. Me alegra mucho que os haya gustado.
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